“Niko, un chico solitario de 14 años, no se
imagina las consecuencias que le traerá no seguir el camino que cada día
recorre para llegar al instituto.
Al variar su ruta, descubre una casa
que nunca antes había visto. Atraído por el misterio, se adentrará en ella
y se verá inmenso en un extraño universo.”
En lugar de hacer una breve reseña de la novela,
para lo que podría valer cualquiera de las que aparecen en la contracubierta
del libro (ver fotografía más abajo), prefiero contar la anécdota que me llevó
a leerla, primero, y, después, a incluirla como lectura recomendada a mis
alumnos de 4º de ESO.
Todos los veranos paso unos días en Granada,
y cada verano suelo aprovechar una mañana para acercarme al Parque de las
Ciencias y visitar alguna exposición nueva, o, simplemente, recorrer la tienda
buscando algún juguete que me pueda servir para ilustrar mis explicaciones en
clase, o un título que me pueda interesar. Hace dos veranos me encontraba hojeando
una publicación de la Universidad de Granada sobre el color, cuando escuché la
algarabía de una adolescente que entraba en la tienda como un remolino y se
acercaba a la zona de libros seguida por su madre. Con la consigna de “quiero
un libro de física cuántica”, comenzó a recorrer los estantes, y a coger aquí
un libro, allí otro, que su madre, armada de paciencia, iba colocando de nuevo
en su sitio al tiempo que le decía que no eran de lo que ella buscaba. En una
de sus idas y venidas, cuando pasaba delante de mí, recordé que unos meses
atrás mi hija había leído una novela que, al parecer, tenía que ver con el
mundo cuántico; así que fue inevitable que le llamara la atención y le
preguntara si conocía “La puerta de los tres cerrojos”, a lo que la joven me
respondió con una exclamación: ¡por eso! ¡Por eso quiero saber más de física
cuántica!
Al salir del Parque de las Ciencias, además
de una interesante publicación de la Universidad de Granada sobre el color (“La
tienda de las curiosidades sobre el color”), llevaba la firme convicción de que
“La puerta de los tres cerrojos” podría divertir a la vez que prender la mecha
del interés por la Física en alguno de mis alumnos.
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